Yo, sólo yo, y nadie mas que yo

El pronombre «yo» proviene de «ego» en las lenguas romances. ¿Será nuestro ego el que nos lleva a utilizar esta palabra indiscriminadamente y a otorgarle acepciones que no debería tener?

Cada época cuenta con sus muletillas particulares. La lengua oral es contagiosa como un hongo en un entorno húmedo. Lo son especialmente las expresiones breves, las que suenan más o menos divertidas o inesperadas, las que una vez hicieron gracia a alguien. De ahí que se hayan difundido hasta la extenuación soluciones como «esto no, lo siguiente» o muletillas como «en plan».

Últimamente se oyen varias expresiones que incluyen la primera persona del verbo ser. En ellas, la idoneidad de la elección de la palabra «soy» es cuanto menos cuestionable. Aquí van algunos ejemplos curiosos:

«Soy Android» o la identificación con una marca
En el mundo de la telefonía móvil o el de la fotografía, por poner dos ejemplos, los responsables de marketing y fidelidad de algunas marcas han conseguido algo digno de quitarse el sombrero: los usuarios están tan orgullosos de utilizar esas marcas que no dicen usarlas o poseerlas, sino que aseguran «ser» ellas.

Es el caso de las personas que en lugar de decir que están acostumbradas a las cámaras fotográficas de la marca Canon dicen «yo soy Canon», por ejemplo (y no «yo soy de Canon» ni «yo uso Canon»).

O las que, cuando alguien pide un cargador para iPhone, responden «lo siento, yo soy Android».

«Soy yo» o la vaguería hecha pregunta
¿Cuántas veces escuchas a alguien empezar una frase diciendo «soy yo, o…»?

Por ejemplo: «¿Soy yo o aquí hace mucho calor?» o «¿Soy yo o el dependiente acaba de ignorarnos?».

Si se piensa en el significado de esa frase, se descubre que esas personas casi nunca quieren decir «soy yo». Normalmente quieren decir algo así como «¿es una impresión solamente mía, o…?».

La explicación de ese «soy yo», que es tan inexacto a pesar de que «se entiende» por la proliferación de su uso, parece simplemente el deseo de ahorrar tiempo y palabras.

«¿Eres tú o soy yo?»: sigue la imprecisiónEs un derivado del punto anterior. Una frase totalmente válida si no fuera porque se utiliza, por ejemplo, cuando se oye sonar un teléfono móvil. En ese caso, las personas que dicen «¿eres tú o soy yo?» quieren decir en realidad «¿es tu móvil o el mío el que suena?» o «¿es a mí o a ti a quien llaman?».

Sería la evolución moderna de la típica frase de los ya no enamorados para dejar a sus parejas: «no eres tú, soy yo»; que en realidad quieren decir más bien «no es por ti sino por mí».

Yo también soy ese desgraciado
Cada vez que ocurre una desgracia, las redes sociales se llenan de mensajes de apoyo a las víctimas y repulsión hacia los responsables.

Una de las formas más extendidas es la de publicar mensajes que aseguran que «todos somos» o al menos quien lo escribe «es» ese desgraciado. Ya sabes: «yo también soy Charlie Hebdo» o «todos somos refugiados sirios».

Si bien las intenciones son nobles, la forma elegida es un tanto cursi y ridícula.

¡Abre, que soy yo!
«Soy yo» es también una frase entrañable y egocéntrica a un tiempo que lleva años escuchándose a través de los teléfonos o telefonillos. Quien la pronuncia presupone que su interlocutor lo reconocerá sólo por su voz. Lo cual a veces es así, pero no siempre, dando lugar a deliciosos malentendidos. El psicópata también podría decir «¡abre, que soy yo!» cuando llamara al portero automático. ¡Y no mentiría!

¿Está necesariamente mal utilizar estas expresiones? No. Pero el hablante que quiera ser rico en su discurso debería economizarlas para no dejarse llevar por la marea de lo que «todo el mundo dice» sin pararse a pensar en lo que realmente está diciendo.

¿Soy yo, o usamos estas expresiones para tener que pensar lo menos posible? En plan, «digo esto porque me suena bien». Eso demuestra desinterés no, lo siguiente.

Por supuesto, hecha esta reflexión, cada cual puede seguir diciendo lo que considere oportuno. Como si llama a un timbre y dice: «¡Abre, que soy yo… Fujifilm!»